Se le llama periostitis tibial cuando se inflama el periostio, la membrana que cubre la tibia y que la une con los gemelos, peroneos y músculos tibiales anteriores. Esta lesión puede producirse por diferentes razones. Hábitos de vida y entrenamiento adecuados son claves para prevenirla y el tratamiento recomendado se centra en la comprensión, la terapia de frío y el estudio biomecánico de la marcha que permita corregir alteraciones que provocan su aparición.
La periostitis tibial es una lesión bastante conocida. Podemos identificarla como un dolor en la región denominada comúnmente, como espinillas, la sensación de sobrecarga en en la misma zona, en gemelos, y la molestia localizada en la zona de la tibia.
Así como otras muchas lesiones, no hay una causa única que la provoque. Pueden ser muchos los motivos de esta lesión y para identificarlos hay que entender el contexto del paciente.
A nivel general, un estilo de vida poco saludable (dieta, estrés) o determinados hábitos en el trabajo, como conducir demasiadas horas o trabajar de pie, son las causas típicas de esta lesión fuera del entorno deportivo.
En el caso de deportistas y personas que entrenan de forma habitual, las causas suelen ser:
Entrenar constantemente sobre superficies duras, especialmente asfalto
Comenzar a entrenar o practicar deporte sin una preparación muscular previa y adecuada, así como una intensidad o volumen de entrenamiento excesivos
Utilizar un calzado inadecuado, especialmente aquellos con escasa amortiguación
Obviar los tratamientos musculares, por ejemplo no estirar o no acudir al masajista
Defectos biomecánicos: desde la forma del pie, el exceso de pronación a otros defectos de carga del cuerpo
Ante tal variedad de causas, la prevención y el cambio de hábitos (en la medida de lo posible) son básicos para evitar la periostitis tibial. Si has padecido periostitis tibial por sobrecargas o sobreentrenamientos, puedes considerar los siguientes consejos:
Si estás empezando a entrenar, comienza por un nivel bajo y ve aumentando paulatinamente la intensidad.
Utiliza un calzado adecuado y que no esté desgastado. Tiene que sujetar bien el pie y con un poco de amortiguación. Además, los hay específicos para absorber impactos cuando se realiza ejercicio.
Preparar los músculos para el entrenamiento, estirando después de realizarlos y calentando antes del ejercicio.
Evita entrenar en terrenos con suelo irregular y excesivamente duro como asfalto.
Recuerda seleccionar un calzado que se adecue a tus necesidades: tipo de pie y actividades diarias.
Ahora bien, si el daño ya está hecho, dentro de los tratamientos a los que puedes recurrir para aliviar la lesión, está el utilizar vendajes comprensivos puede mejorar la sujeción, aplicar frío con la pierna elevada (ya sea poner hielo en la zona,o bien mediante productos de termoterapia), ayudará a bajar la inflamación, con lo que el dolor se verá aliviado considerablemente.
Recuerda si tienes alguna consulta o duda adicional sobre el tema puedes acudir a tu podólogo de confianza para que pueda asesorarte.
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